domingo, 15 de enero de 2023

Notas al Inca Garcilaso


 Soy viejísimo.

Realmente lo soy.
Mi madre hablaba en quechua
con mi tía Raquel
a la hora del lonche.
Me encantaba verlas alegres
en un lenguaje que no entendía,
que jamás entendí.
Con mi tío Epifanio mi madre también hablaba en quechua,
y aunque él andaba lejos
–inmerso en el trajín de su prole numerosa–
cuando ella murió, musitó:
“ahora sí que nos quedamos realmente solos”.
El quechua es un idioma que nunca he entendido.
Pero que consideraba mío por derecho propio,
hablaban y cantaban con él mi madre y mi padre.
Cantaron alguna vez –ya muy mayores–
un hermoso yaraví que quebró de canto a canto
la pequeña vasija que era nuestra casa.
Mi padre y mi madre se amaron, pues, a su manera.
Y compartieron todavía –después de aquel inolvidable yaraví–
como unos veinte años más con nosotros.
Resulta increíble estar escribiendo
sobre estas cosas. Se nota que también
nos vamos a morir.
Y jamás habremos aprendido el quechua.
Aunque es la palabra íntima de nuestra madre,
y los ojos pequeños y desconcertados de nuestro padre,
y el fuelle oculto en el corazón
de nuestros queridísimos hermanos.
Lo único que sabemos es que en quechua
no se puede vivir. En este orden de cosas.
Comunicarte en esta lengua es literalmente suicidarte.
Te aprietan fuertísimo la garganta
y el corazón se te sale de una vez por los ojos.

Lo Penúltimo (2001)

Dediqué aquel poema al esplendor del talento de Garcilaso; a la demostración, en su obra, de la traductibilidad del mundo andino; al milagro de que todo lo disfuncional en él (familia, nación, cultura, geografía) le sirvió para plasmar mejor su trabajo y ser, aunque sin proponérselo, más fiel contemporáneo nuestro.  Trilce no está escrito en runa simi, aunque alguna tesis doctoral de hace poco y quizá también de ahora mismo lo olviden. Y antes de que William Rowe sustentara que el mérito de José María Arguedas consiste en haber traducido al español la sensibilidad andina, oleadas de migrantes -como mi propia madre, Lastenia, o mi propio padre, Teodoro- antes y al mismo tiempo que él ya lo hacían. Yo mismo no hago otra cosa sino intentar de poner en andino (sobre todo en Un chin de amor), y hasta el día de hoy, un insondable culo dominicano.  Pero “Notas al Inca Garcilaso” es también un texto político, qué duda cabe, un ensayo de respuesta a la información que monopolizaron los partes del ejército sobre la guerra intestina del Perú de hace unos años. Aunque intento, claro está, tratar de hacerlo a mi manera; es decir, no cultivo la literatura de la violencia o, al menos, no tengo que justificar un sueldo universitario con ello.