viernes, 22 de julio de 2022
miércoles, 20 de julio de 2022
Postkloaka
CLOACA MÁXIMA – ROMA
El egoÍsmo espíritu manipulador
Finalmente bien maquillada mediocridad
–y aceptada por la institución literaria vigente–
No son exclusividad de los políticos
Lo son sobre todo de los poetas
De aquellos que saben porque no son cojudos
Que en el fondo no lo son ni les interesa ser
Salvo alguna vez de muchachos o más lejos
De criaturas acaso convocadas para ello
¿Qué son ahora y qué es hoy el corro de “asistentes”
De aquella postkloaka máxima?
Pues constituyen semejante y maloliente
Jurado nacional e internacional
Que corta y mancha con análogo cuchillo
Entre lo que debe leerse y lo que no existe
En la poesía
Hasta qué niveles de lameculeo hemos llegado
En esto de la literatura
En esto de la política
Que no constituyen lo mismo
Pero cuyos terrenos hace rato ya
Algunos los allanaron
Para leer más fácil la poesía
Buenos y malos depredación sustentabilidad
Contaminación extrema es de lo que padecen
Que la Kloaka jamás estuvo
Sino dentro de sí mismos
Vayan a tomarle el pelo a otro
La abundante cabellera a otra
Rechazo este clan enfrenté siempre a este consorcio
No pasarán
©Pedro Granados, 2022
martes, 19 de julio de 2022
MUROS ATRÁS
[Un muro de cerca]
Un muro de cerca. Porosidad.
Textura. Muchedumbre. Avidez.
Lejos de mis muros, ahora.
Lejos de mi sexualidad de niño
y de adolescente. La delicadeza.
Lejos del consuelo profundo de
cierta promiscuidad con los muros.
Florecidos sentimientos de amor hacia mi madre.
Muros. Juegos con los muros.
Entre los muros.
La historia universal resuelta sobre un muro.
Sin libros.
La turbia locuacidad
de las paredes desnudísimas de mi
infancia. El incomprensible cariño
de los ecos mudos. Los antiecos.
Lucho no sale a jugar, está haciendo
sus tareas. Frente a la casa de Angélica
ni preguntar. Y yo jugando vanamente
con una pelota de jebe
contra los muros. Botes.
Todas las cosas lejanas y cercanas.
Todas las cosas entreveradas
simultáneamente.
Arena. Espinas. Altorrelieves.
Todas las cosas imantadas allí.
Caras. Olores. Nubes.
Todas las cosas delicadas allí.
Tiernamente adheridas. Labios.
El corazón y la escritura (1996)
[Sobre el cemento fresco]
Sobre el cemento fresco
del mudo mar de mi ciudad
–entre los tristes botes
del muelle de pescadores–
echo mis redes. Desanudadas
mis preguntas
son unos desechos más
sobre la imantada superficie.
Sombras efímeras
mis anhelos.
Quiero morir. Morir.
Ponerme al día,
como dijo alguna vez de viejo
mi cansado padre.
Quiero morir
y hacer todo de nuevo.
(Inédito, escrito probablemente en 1987)
[Pasé el muro]
Para Rosario
Pasé el muro
Vuelvo a él y lo atisbo
Viejas serpientes levantadas
Sobre la piel de la piedra
Serpientes después del barro
El fuego el amor
El descuartizamiento
Juguetes de la infancia
Que abren sus ojos
Mientras atónitos
Los integrábamos
Nos integraban
A sus juegos
Aquellos del gozo
De la más sencilla
Y cotidiana eternidad
Vuelvo pues a mí mismo
Al olvido
A la muerte de mí mismo
Con el rabillo del ojo
Más bien lo oteo
Entre el fango
Entre la piedra
Entre las sobras de mi corazón
Todavía erguido
(Inédito)
lunes, 4 de julio de 2022
Para Germán siempre, hermano y maestro
[Cada vez me parezco más...]
Cada vez me parezco más a mi hermano Germán.
Huaco Mochica, cabeza jíbara, ojos de lagarto.
Cierta timidez esencial nos iguala,
cierta desenfocada imagen que se la lleva el viento.
El transita ahora por la economía informal
y siempre fue el más indio de la familia,
yo estoy ligado a una gran institución extranjera
y siempre fui como el marqués de la familia.
Nos unen muchos rasgos comunes,
sobre todo en el abatimiento:
una suerte de aprehensión en el rostro,
cierta manera de lucir los dientes — los suyos postizos —
como pato dentado
(un palmípedo volador
que comía ostras).
Así es mi hermano,
así soy yo,
bueno con los dientes
para encontrar la última carnecita — la escondida —
en ese rincón de sobrevivientes
que es el Perú.
De su bondad — de la de mi hermano —
mejor no hablo.
Aunque se parece a la del anticucho,
puro corazón atravesado.
domingo, 26 de junio de 2022
viernes, 17 de junio de 2022
[Creo en la poesía dominicana culta ]
Creo en la poesía dominicana culta
Aunque muchísimo más creo en la inculta
Del s.XX, si no por un pelito, será casi atemporal
La poesía de Carlos Rodríguez
Ya que ha sabido decantar su voz
La cual ha mutado en entretenerse
Sobre las piedras o la arena
De cualquier playa de su Santo Domingo
Sencilla humilde íntima
Radicalmente antitética a Trujillo
Dictador del que aún no nos sacudimos
Del que no puede prescindir la literatura
Ni la poesía culta dominicana
Muy aparte de géneros o de sexos
Todos muy enfáticos de cuanto ignoramos
Ahora, el piano de Enriquillo Sánchez resulta muy entretenido
Cualquiera que desee conocer el habla de la calle
Puesta en papel
Tendría que echar mano de Enriquillo
Alexis se dejó engatusar por Neruda, y jamás salió de allí
Salvo cuando la muerte ya asomaba a su puerta (siempre abierta)
Las mujeres que me perdonen, pero aún sigo esperándolas
Aunque, por si todavía no se han dado cuenta,
La inteligencia de Armandito Almánzar Botello prevalece
Prevalecerá entre los muchachos
Muchachas seres andróginos máquinas
Corro apretado dentro de una nave espacial
Denominada Antillas
Entre los más nuevos, mientras plagien con tanto fervor
Como la crítica literaria del medio o de la media isla
Todo les irá muy bien
Aunque sólo para ustedes entre ustedes para nadie más
Y acaso esto sea suficiente
(Adenda de Breve teatro para leer: Poesía dominicana reciente)
©Pedro Granados, 2022
jueves, 2 de junio de 2022
La forma del confín/ Carlos Eduardo Quenaya
Desde el 2008 (Elogio de otra vana invención) seguimos de cerca la poesía de Carlos Eduardo Quenaya (24 años en aquel entonces); allí decíamos lo siguiente: “no escribe de antemano como peruano y ese es su primer y gran acierto, un peruano de utilería –progresista o reaccionaria– nos referimos; y más bien lo hace como un ser de otro planeta que, sólo por principio de analogía, está próximo a nosotros”. Luego, al arribo de su segundo poemario: Los discutibles cuadernos (Lima: Praracaídas/ Tribal, 2012), nos reafirmábamos en nuestras palabras de aliento al joven poeta y filósofo peruano; “Canción”, llevaba por título uno de sus textos:
Procuro grabar aquí una canción parecida a la calma
que hay dentro del pozo. Una quietud de aguas y flores
negras, una sombra rota en miles de jirones, una voz de
mujer rebotando en las paredes, una forma que el tiem-
po ha detenido y queda abierta. Una permanencia que
es como el corazón. Una estridencia, un resquicio, una
visión. Una alegría. Una espuma lenta cayendo sobre las
cosas que atestiguan que además de mí, el mundo eres
tú el bólido apagando y encendiendo cada día y cada
noche. Lo más negro y lo más hondo que es apenas una
velita delante de tu cara.
Los discutibles cuadernos, a modo de una crítica a la poesía pura, a la poesía acabada o sin fracturas o, incluso, sin desniveles. O crítica a la poesía, a secas. Boutade, palimpsestos, homenajes en sotto voce a poetas de pocas aunque hondas palabras (Rafael Cadenas, Eielson, Luis Hernández).
De modo complementario, toda crítica a la razón poética, y acaso de modo muy particular en América Latina, es también una crítica cultural. Y, así sucesivamente, una crítica de la educación, una crítica política y, paulatina aunque cada vez más enfática en la poesía de nuestro autor, una crítica ontológica. Desde que, y sin entrar en detalles, por ejemplo para Heidegger el mundo que encontramos sería pre-interpretativo:
“A ti no te gusta cómo nos lame la luz. En el viento arden pestañas devorando la órbita que secuestró la magia”
En algún lado Quenaya ha declarado, asimismo, que sus versos: “Son un recordatorio radical de la escritura como un acto del cuerpo”
Hoy, en La forma del confín (2020), donde: “Jeringa patalea frente a la noche que abastece la complejidad”. Se trata de nuestro Niño Goyito (aquí “Jeringa”, en tanto lúdico protagonista de todo el presente poemario), el cual ahora enrumba decidido, ¿desde el Perú, desde Arequipa?, hacia el vastísimo espacio ontergaláctico. De modo previo –tratándose de un relato “de costumbres”–, su “peruanidad” o su “humanidad” y, con ello, el mismo “Jeringa” (Niño Goyito) viajan reducidos y confinados a un “grumo”. Aleación de insumos básicos, este último. Radical materialidad que torna equivalentes, y no sólo análogos, tanto desechos y secreciones como los más atesorados recuerdos: “el torcido lomo de lo íntimo”. Goyito entonces, en un embate no exento de sátira e incluso auto-ironía, emprendiendo este definitivo viaje: ¿Ulises de regreso al útero materno?; o, lo que pareciera constituir aquí algo semejante: ¿al reencuentro del tacto?
Tacto
hermoso tacto
escúchame:
Gracias
por siempre gracias
Ni una gozadora entrada a la madera (Neruda) ni un ascético Altazor (Huidobro) que fuera liberándose, cada vez más extasiado, de sucesivas y yuxtapuestas capas de cebolla; nuestro Niño Goyito (“Jeringa”) viaja, por el contrario, desconcertado y cagado en los pantalones. El humor, entonces, tornando más humano el presente “ascenso” o “descenso” y desinflándole oportunamente la llanta a la abstracción. Un vocabulario denso, barroco (casi alucinado) y con puntual peso específico –a lo Adán, a lo Vallejo–da cuenta y colabora en que reparemos y nos solacemos de esta particular búsqueda o hallazgo “del sentido”, el cual, aquí se nos testimonia: “En el cordel borracho las palabras lustrosas se aburren, pero de modo artístico reclaman una venia. La música que en el dolor transcurre se pone de pie. Atípico de furor, verídico de saltos, Jeringa enrolla sus papeles mágicos”
Carlos Eduardo Quenaya ha encontrado finalmente, en La forma del confín, el tono exacto de su decir –ni Rebelais ni Rilke, solos, sino ambos simultáneos– y el punche que para esta jornada requerían sus palabras; en suma, todos y cada uno de sus aparejos de faena. Pero el viaje continúa. PG