martes, 26 de marzo de 2024

“Spiralisme”/ Frankétienne

 


Frankétienne, tinta sobre papel.  Propiedad de P.G.

 

Que pourrais-je écrire que l’on ne sache déjà ?

Que devrais-je dire que l’on n’ait déjà entendu ?

J’écoute ma voix baroque dans le miroir de litanies sauvages […]

Je m’envertige à contempler ma ville debout

hors des vestiges de l’ombre

entre pierre et poussière

entre l’or invisible et la boue des ténèbres

entre ordures et lumière

je nage inépuisable

je suis de Port-au-Prince […]

Je conjugue mes cauchemars et je module mon insomnie à ma façon. Ma ville en moi. Au fond de moi. Dans ma tête. Et dans mes tripes

Frankétienne, Anthologie secrète, Mémoire d’encrier, Québec, 2005. 97.

 

¿Qué podría escribir que no sepamos ya?

¿Qué debería decir que no hayamos escuchado ya?

Escucho mi voz barroca en el espejo de letanías salvajes […]

Me mareo contemplando mi ciudad en pie

de los restos de la sombra

entre piedra y polvo

entre el oro invisible y el barro de la oscuridad

entre la basura y la luz

nado inagotablemente

Soy de Puerto Príncipe […]

Combino mis pesadillas y modulo mi insomnio a mi manera. Mi ciudad dentro de mí. En el fondo de mí. En mi cabeza. Y en mis entrañas


miércoles, 20 de marzo de 2024

TALLER PARA POETAS

 


Individual, confidencial y por Internet.

Para todo formato: barroco, minimalista, coloquial, etcétera.

La idea es advertir lo que puede hacerse de modo más eficaz; el filón que se deja abierto; o lo que estando ante nuestros ojos no se termina de percibir.

Poetas en tanto lectores impresionistas, analíticos, venecianos o místicos son bienvenidos.

Se garantiza –luego de un tantito de paciencia– absoluta satisfacción.

Los honorarios del mediador se pagarán por adelantado.

Contacto:

vasinfin@gmail.com


martes, 19 de marzo de 2024

Un niño asesino entre las manos de Dios: sobre La mirada de Pedro Granados/ Carlos Llasa

 


Las palabras hacen cosas. Cada promesa, por ejemplo, es un acto; cada profecía, una realidad; cada nombre, un objeto, un animal o una persona. Aunque, por supuesto, el asunto no es tan sencillo. La pura enunciación no basta. Lo que determina el alcance del conjuro es la manera: el mecanismo por el cual lo dicho sobrepasa el punto de partida. Es decir, en el proceso de creación poética, la adecuación de los versos a la emoción que se quiere evocar es más importante que la experiencia real que originalmente impulsó al artista. No obstante, la manera no es independiente ni mucho menos arbitraria. La manera es orgánica (inherente a lo dicho) e interdependiente de la mirada del poeta. En ese sentido, La mirada, el nuevo libro de Pedro Granados (Lima, 1955), adecúa el lenguaje cotidiano a la exposición de las vísceras de la poesía misma, como un antídoto contra lo aparente: ‘Popa de la proa que nos conduce / Mascarón que se sacude / Mientras le escupen las olas / Bravas y los charcos hondos / Lodo tierra mordiente enterrados colmillos’.

La mirada es pues un mar (como suele ser la poesía de Pedro) que se detiene a reflexionar sobre sus propias olas cual si fueran pliegues de piel y carne. Es una vasta mirada tierna de niño asesino, de adolescente sabio, de amante con un ojo bueno ‘Y el otro muy malo’. Así, el ojo de Pedro, o del hablante, aunque angustiado, dialoga con el caos y la incertidumbre con la familiaridad de quien ahí habita. Sin embargo, tal vez lo más gratificante de este conjunto de poemas sea la manera en la cual el poeta se deja sorprender no sólo por el mundo material, sino también por su propia memoria. El poeta entreteje recuerdos con el hilo de sus observaciones en versos cuya cadencia podría describirse como intermitente, y desde cuya dicción emerge una atmósfera íntima. ‘Le escribo al insecto / Y al hocico de mi perro / Y al amigo / Y al que ahora mismo está solo’, declara el poeta en ‘[Apenas unas yemas sobre el papel]’, una de las mejores piezas de la colección.

El libro está dividido en dos partes. La primera, ‘La poesía no es una musa’ está compuesta por diez poemas que exploran dualidades como, por ejemplo, lo humano y lo animal, lo masculino y lo femenino, la ingenuidad y la sabiduría, la eternidad y el instante. La progresión del texto está marcada por una serie de definiciones (unas explícitas, otras implícitas) de la poesía, presentes en casi todos los poemas. La poesía es entonces ‘haber conocido todo / Detrás de bambalinas’; ‘La poesía es un anticipo / Una lección gratuita / De la puesta en práctica’; ‘La puta de todos (los poetas)’; ‘La poesía es un ser animal’; ‘percutir la piedra’, ‘incendiar la pradera’; en fin, ‘creer en Vallejo’. Como es evidente, el lenguaje es una inquietud inevitable en esta antesala de ‘La mirada’, el ambicioso poema en doce movimientos que conforma la segunda sección del libro.

Si bien los temas centrales se mantienen, el tratamiento de estos y de las imágenes es muy distinto. Los poemas de la primera sección se ocupan sobre todo de particularidades. ‘La mirada’, por el contrario, es un ojo hambriento a través del cual el lector se embarca en un intento por asir la vastedad del mundo: ‘Toda la realidad / Enmarcada en un ojo’; ‘Una mirada / Es más que suficiente’. El sol y la luz, por lo tanto, cobran vital importancia en el desarrollo de la secuencia, al igual que, por supuesto, la tiniebla. A lo largo del poema, Pedro despliega una de sus más grandes virtudes como poeta: hacer que del lenguaje cotidiano surja un lirismo exquisito; convertir ‘Una palabra retorciéndose muda’ en ‘Dardo y antorcha humeantes’; lograr que el sol ‘vociferante de tan mudo’ se filtre ‘por la mística persiana’.

Ejemplos de imágenes de alto vuelo poético sobran en esta nueva entrega de Pedro Granados. El lector puede atisbar al padre del hablante ‘recogiendo restos de vaca / De rinoceronte / De unicornios llegados a los tachos de basura / Para sus innumerables gatos’; o ver ‘ensartarse el amor / Tal cuentas de un collar / De perlas…’; o acaso descubrirse como ‘Un niño asesino / entre las manos abiertas y juntas / De Dios mismo’. La mirada confirma la solidez del estilo de Pedro y la eficacia de su manera de escribir poesía. Granados demuestra una vez más que es un artista con calle poética, cuya voz se resiste a categorizaciones simplistas y cuyo oficio gana vigencia con el paso del tiempo. El reconocido poeta y académico limeño revela entonces el lugar que la poesía, como epistemología y concepción del mundo, ocupa en la vida diaria. Así, al reconciliar los caóticos mundos interno y externo a través de un intelecto cruelmente tierno y sensual, La mirada de Pedro Granados se erige como un referente en la poesía contemporánea: ‘una nave / hacia la noche / hacia el día / hacia el horizonte’.

Carlos Llaza

Glasgow, 7 de junio de 2020


lunes, 11 de marzo de 2024

EL VIENTO LEVE

 


Un ramalazo lunar hasta el día
Un brinco felino de la noche a pleno sol
Es de esto de lo que trata el poema

https://drive.google.com/file/d/1isIX8sZfrfJipZMegiVudgIINBga4hkO/view?fbclid=IwAR1pKGtN3nTzkJI_GwQ3Bja2MTGnhSc0ERWcSUEUouA0VEVxFgckU96_75U



lunes, 5 de febrero de 2024

Recoda a los “poetas vivos y más vivos del Perú”

 

CODA A LOS “POETAS VIVOS Y MÁS VIVOS DEL PERÚ”

“Los poetas vivos y más vivos del Perú (y también de otras latitudes)” es un texto de 2002, aunque creemos que luego de 22 años sigue fresco.  En general, me reafirmo en lo que escribí allí.  Aunque añadiría que también ya nos hastió, en tanto poeta, Carlos López Degregori (el cual se “salvó” en el texto primigenio), por unidimensional; es decir, por no dar pistas de que saldrá algún día de su monólogo y conflictos de clase media, de su narcisismo ya rancio.  Y, también, agregar que el mayor aporte de Mario Montalbetti a la literatura y al pensamiento del Perú, fue el haber llevado –hacia los años ochenta– los recitales de poesía al Olivar de San Isidro.  Asimismo, que la noria del “Taller de poesía de San Marcos” –que dirigen o dirigieron Marco Martos con Hildebrando Pérez por  de medio siglo– fue lo segundo peor que le ocurrió a la poesía peruana; por contentarse y fomentar –bueno, acaso los tiempos no daban para otra cosa– el hipo-realismo bajo todas sus formas, prototipos de poetas incluido.  Decimos lo segundo peor, porque lo primero siguen siendo los versos y la crítica de poesía o de arte que publica los domingos El Comercio; verbigracia, los párrafos de porfiado de J.C. Yrigoyen o los del invariablemente precoz S. Pimentel.  Lo que urge más en nuestra poesía trasatlantica es talento y, en seguida, valentía, imaginación y buen humor para sacarla adelante.  La poesía es un don, pero al mismo tiempo “la poesía es dignidad” (acaso el mejor verso de Luis Hernández Camarero).  Por lo tanto, debemos hacernos dignos de ese don que constituye, a la larga, una sensibilidad que se sabe colectiva –como en su radical individualidad lo supo siempre César Vallejo– aunque ni políticos ni asesores de alguna cosa ni comerciantes ni profesores, de puro metidos, van a reconocer que no son poetas ni, en siguiente instancia, les interesa la poesía.  Por más teoría de la recepción que en su descargo los socorra o post-autonomía de la literatura que intente ampararlos.

En fin, de cara al futuro, me provoca establecer un balance de la crítica de la poesía peruana, digamos, post-Mariátegui.  Y, también, de la crítica a nivel de la región o, más bien, trasatlántica.  La poesía es su crítica.  Labor por ahora complicada porque –para variar– carezco de auspicios; aunque de algún modo mi manuscrito engavetado, “Autismo comprometido: sobre poesía hispana reciente”,  brinde ya algunas luces*.   Lo que sí podría anticipar es que en este periodo hemos tenido la suerte de tener pésimos lectores de poesía; gracias a los cuales reaccionamos e intentamos cultivar  nuestro propio huerto.  Entre tozudos reaccionarios/ as –que no aceptan, por ejemplo, sea el “cholito” César Vallejo, y no el clan Cisneros, el que realmente da la cara al mundo por el Perú — o lectores “comprometidos”  que, de modo invariable,  confunden la poesía con un discurso de ocasión.  Fascistoides que trajinan a Eguren, hombre humilde y poeta probo, lo jalonan de aquí para allá para oponerlo a Vallejo; como si  éste no hubiera sido el primero en reconocer la grandeza de Eguren, y dejara a nosotros percatarnos que este último está ya íntegro como una parte de Vallejo (sobre todo en Los heraldos negros).  Sin embargo, es justo advertirlo, en el periodo también hemos contado con algunos excelentes lectores  de poesía: Beatriz Sarlo, Julio Ortega, Amálio Pinheiro, Boris Schnaiderman o Teresa Guillén, a modo de muestra.

* Una versión menos ambiciosa de este último ya fue publicada, Autismo comprometido: Sobre poesía peruana reciente (Lima: Paracaídas Editores, 2013); libro que mereció –al margen del incisivo denuesto por los gazapos ortográficos allí colados–  una muy generosa lectura por parte del finado y recordado  Marco Aurelio Denegri.

 

RECODA A LOS “POETAS VIVOS Y MÁS VIVOS DEL PERÚ”

Publicamos esta “recoda” porque al asistir, hace muy poco, a una conferencia sobre canon literario lambayecano comprobamos que “la vida sigue igual”, asimismo, en el canon literario nacional.  La nuestra fue en poesía, años 70 al presente, una época de grupos tenaces disputándose la carcasa del poder simbólico local; los más militantes entre estos, Hora Zero y Kloaka, con el apoyo incondicional de la institución literaria en su totalidad (prensa, academia, bares limeños y algunos de provincia).  Grupos del oficialismo, pues, despertando adhesiones y simpatías entre propios y ajenos (el snob académico internacional).  Las individualidades de la “derecha” no fueron tan empoderadas –como ahora se dice– o proactivas, la realidad económico-social del país no estaba para nada a su favor; aunque, ahora mismo, comprobamos que se premia y reconoce a los más calladitos entre este colectivo, por lo general, limeño y evadido de la realidad.  Ciertamente, las cosas se inclinan cada vez más, no sólo en poesía,  hacia el margen derecho del río; es decir, hacia una cuita de los sentimientos o frustraciones, en paralelo, a una demostración de lo tan agudos o inteligentes que podemos ser.  Que la poesía, al contrario de lo dicho por Celan, no se expone, sino se impone.  Y que “La sabiduría sin valentía es estéril”, como ya lo decía nuestro contemporáneo, Baltasar Gracián. P.G.


domingo, 28 de enero de 2024

Desaparecer un cuerpo

 


Desaparecer un cuerpo es lo más semejante a escribir un poema.  Este protocolo vuelve al poema semejante a ejecutar un crimen y desintegrar el cadáver.  Ata la cultura a la incultura, la paz a la violencia, la vida a la muerte.  Ácidos y otros insumos aplicados rápido sobre la piel, músculos, órganos, cartílagos y huesos hasta verlos deslizarse —juntos e indistintos–  en el alcantarillado de la bañera.  Aunque todo esto auto-aplicado, en primer lugar, contra quien escribe el poema; con análoga medida y similar efecto corrosivo sobre cuerpo y alma.  Sobre los recuerdos más tiernos o aquellos más humillantes.  Contradicciones y antítesis las cobija por igual la escritura.  Diluye la especificidad de lo humano en otra y mayor dimensión. El aroma del mar o el verde amarillo de la retama en primavera.   Luego de aplicarme a pensar, parsimonioso y concentrado, no hallo otra cosa que mis ideas ensopadas entre los resbaladizos meandros  de mi cerebro.  ¿Qué joya me llevo sino el deseo de ser todavía más humano?  Olas, lluvia, desierto, noche y tempestades.  P.G.

Dedicado a Rodolfo Fuentes, fallecido hace poco en Cumbayá de Quito, y a su compañera María Eugenia.


lunes, 8 de enero de 2024

El poeta más odiado del Perú

 


El mote se le ocurrió a Vladimir Herrera, un día en el Cuzco, hace ya varios años.  Frase que debo agradecer porque de algún modo me hace semejante a Sócrates, acusado de ser: “culpable de corromper a los jóvenes y de no respetar a los dioses que respeta la ciudad, sino a otras divinidades nuevas” (Diálogos).  Habladurías frente a las cuales, en resumidas cuentas, el griego se defendería de la manera siguiente: “pienso que puedo presentar un buen testigo de que os digo la verdad: mi pobreza”.  Entiéndase, por un lado, no ostentar boato alguno ni beneficios ilícitos. Y, por otro lado, Sócreates no habla aquí de mi miseria, ni el considerarme damnificado de algo, ni el procurar –para facilitarnos la existencia–  permanecer en nuestros escritos ciegos o ajenos frente a la manipulación del poder.  Toda la historia de la literatura, incluida aquí la filosofía, se juega en esto; en la conciencia de nuestra radical pobreza y desnudez como paso previo para asumir nuestro oro  y vestir nuevas y mejor aderezadas ropas.  Cuniraya Viracocha ante el desamor de  Cavillaca, José Lezama Lima a partir del amor de José Martí, Góngora ante el mar que no es sordo, Grau en Punta Angamos, José María Arguedas acorralado por la academia local e internacional, César Vallejo contra la última luz del crepúsculo, el fervor de Clarice Lispector por la nada,  Jorge Eduardo Eielson de bruces sobre la mansa arena.  Sin odio no existe lo contrario, sin pobreza no hay abundancia, sin inteligencia o talento queda sólo, en poesía, un juego exibicionista, banal y estéril.  El poeta más odiado del Perú, qué grato sería fuera esto cierto y qué inmenso honor consideraríamos merecer aquello.