miércoles, 18 de noviembre de 2020

Poetas dominicanos en sus treintas

 


Este invierno

Este invierno no abriré los ojos.

Negaré el río,

la piedra,

la huella,

la palabra.

Solo diré

que llueve sobre mis fragmentos.

Solo que estoy abandonada en la poesía.

(Lery Laura Piña, En todos los relojes, tarde, 2017)


El diablo y yo

Y hace mucho tiempo

que yo me reconcilié con el diablo.

Le envié cartas perfumadas con aroma de coco.

Me sobó los pies

mientras recitaba salmos urbanos.

Me quitó las lagañas con tal ternura,

que evitó arañarme con sus garras.

Me subió en su lomo y bailamos

mientras yo lloraba de la risa por el panorama.

Nos confesamos secretos morbosos,

nos aplicamos bengué mutuamente,

nos repartimos los insultos al Dios católico,

y le enviamos un mail de amor eterno

al dios pagano.

Y al terminar la velada nos besamos,

nos dijimos te quiero

mientras él se desintegraba en mis brazos.

(Yaissa Jiménez, Ritual Papaya, 2018)


Los poetas de la isla

tenemos cabezas enormes, arpones de aire.

Relojes falsos y libros fotocopiados. Leemos

revistas de porno, periódicos de izquierda.

Y luego nos preguntamos si lo que somos será

siempre tan incierto como ahora.

Toda la tarde la mirada puesta en el vacío.

Toda la tarde sentados sobre las rocas junto al mar,

como si se tratara de un puerto, y nosotros listos para zarpar

en cualquier momento, aunque el rumbo de nuestros viajes

nunca es otro que el que trazan las palabras.

Así se nos va la vida.

(Alejandro González Luna, Donde el mar termina (apuntes para un poema de la isla, 2014)


Afuera, una niña lame su paleta balanceando el panorama

(Natacha Baltle)


Breve muestra tomada de entre el libro de Nestor E. Rodriguez, Isla escrita. Antología de la poesía de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Madrid: Amargord, 2018.  


Pd.  Amargord editores próximamente publicará nuestro manuscrito, “Pura y no bulto”: Poesía dominicana s.XX – s. XXI, que es continuación de un libro anterior, Breve teatro para leer: poesía dominicana reciente (2014).


sábado, 31 de octubre de 2020

Nota de prensa

 

Seré muy franco con todos ustedes

El  poeta mayor del siglo XXI

Es este pechito

Y me temo que el mejor crítico de poesía

También

¿Es válido o decoroso afirmar

Esto en vida?

Paso de lo válido

Asumo lo decoroso

Navego a diario por la Internet

Y sé lo que afirmo

Para no referirme a la prensa local

Que constituye gran parte

De lo que se lee sobre poesía

O sobre literatura por aquí

Por aquí y por lo que van a repetir allá

Y acullá

Los estudiosos que acreditan

Lo que por acá les dicen

Pero por qué tan suelto de huesos

Sostengo todo aquello

Lo tienen a un click

Al filo del reglamento II

Y desde aquí pudieran dar un salto

Sin riesgo a estallar

Al filo del reglamento I

Se quedarán cojudos

Aunque confío

Sólo sea algo muy breve

Y se pregunten como yo ya no lo hago

Que qué carajos con esta poesía

Por qué razón  fulanos o menganas

La estuvieron maleteando por ahí

Ante más evidencias de su valor

Mayores  caras de palo todavía

Mezquindades al cuadrado y al cubo

Acaso a lo que  “no tiene mérito” ¿merito?

¡Merazo será!, dijo el pescador medio sordo

A lo que inunda traspapela ahoga

Sus argumentos su atornillamiento

A esta existencia

Porque, en efecto,

La inmensa mayoría de críticos y poetas

Da exactamente lo mismo

Mejor debieron dedicarse a otra cosa

De modo expreso y sin escrúpulos

A la mascarada de la política digo yo

A ganarse el centavo de una manera más honesta

Sin parapetarse en la cátedra ni la revista

Desde donde ya reconstruyeron el mundo

Con ingenuidad

Sólo concebible entre cierta clase media

Desahuévense de una vez por todas que ya es muy tarde

Lo lamento

Vean con horror aquello que pudiéndolo hacer

No hicieron en vida

Arrepiéntanse les digo

Mientras este pechito

Honrará su lonche cotidiano

Donde lo más importante

Pudiera constituir únicamente esto

Será un aromático café

Cargado como esta misma poesía

Al cabo, nada os debo;

Debéisme cuanto he escrito.

Aunque se quedara un tanto corto

Aquel correcto profesor sevillano

Debéisme también cuanto he vivido

Y porque una sola golondrina sí hace un verano


https://miradamalva.blogspot.com/2020/10/al-filo-del-reglamento-ii-poesia-de.html

Pedro Granados en el canon (oculto) de la poesía colombiana contemporánea

 

“En 1993, después de haber participado en el Festival de Poesía de Medellín, viajó a la Costa Caribe; en Cartagena, se reencontró con la pintora Bibiana Vélez, a quien había conocido, junto con Gómez Jattin, en el Festival de Medellín. Bibiana quería publicar un libro inédito de éste, que se había quedado en Medellín, y le pidió un concepto editorial a Granados. Entonces él hizo una mínima labor de edición del manuscrito: corrigió errores ortográficos y mecanográficos, quitó un verso aquí, limó una imagen allá. Y en el orgullo que no ocultaba de haber dejado su huella en Esplendor de la mariposa se hacía más claro su gran aprecio por la poesía del cereteano”  Joaquín Mattos Omar

1ero: Intervine, no sólo en el punto tocante a la “descuidada”  ortografía o vocabulario, en la publicación de El esplendor de la mariposa; edición casi artesanal de 1993 –en Medellín– y que luego pasara o se reprodujera, sin modificaciones, en las posteriores y definitivas.   En mi crónica de 2002, aunque no ahondo en ello, sí establezco ya algunas precisiones. Básicamente, fueron unas cuantas páginas mecanografiadas –con gruesas erratas ortográficas y otras, mínimas, de composición o formateo de los textos– las que recibí de parte de Bibiana. Gazapos aún más notorios en cuanto pertenecían a poemas breves y a escuetos versos. Lo nuestro fue una intervención leve; anfibia, entre el error y el acierto. Es decir, limar lo mínimo, apenas lo evidente, para que subsista el «ruido» particular de este poemario escrito a manazos entre el talento y el deterioro… en el que, por esa época en particular, andaba sumido el extraordinario poeta de Cereté. Siempre he creído, además, que corregir poesía requiere ponerse previamente a tono con un ritmo, universo y lenguaje específicos… y, por lo tanto, aplicar apenas la tinta blanca. Esto cuando se trata de una alta poesía, por cierto. Tal como en este caso, manchada por un descuido involuntario; por un pliegue, de menos o de más, por mera cuestión de la tintorería.  Testimonio de Bibiana Vélez Cobo.

2do: Mi crónica, “Si yo lo escribí: la poesía de Raúl Gómez Jattin“, poco a poco ya no aparece vinculada a su autor, este servidor, y va formando como parte de la tradición oral en el ámbito de toda la región.


Texto relacionado:

Entregar los tesoros/ J. Arturo Sánchez Trujillo



viernes, 23 de octubre de 2020

ENREDADERA

Para Rosario Bartolini y Julio Saldaña

Agarrar mi guía y elevarme tal una enredadera

El frío nocturno no será nada tampoco

La escarcha inevitable del amanecer

Si como si bebo si respiro

Ya es una gracia enorme

Para mi objetivo inconsciente

Sonámbulo o en automático

A un lado papeles bultos desperdicios

Aire viciado

Palabras densas e impuras

Entre mi raíz y yo

Entre mi guía y yo

Hilos visibles e invisibles

Para escalar lento como el perezoso

Seguro y cierto como la serpiente

Entre aquellos últimos

El hilo invisible

Que me puso de nuevo en Lima

Que me ensartó otra vez a tu amor

Noche ciega la que ve más allá

De nuestros ojos

Ahora que humecta mis mejillas

El barro e incluso el hormigón

Sobre el que me arrastro

Con la mirada no siento menos con el pensamiento

Con las comisuras entreabiertas de mis labios

Y parte de mi húmeda lengua eso sí

Con mi respiración taponeada por el lodo

Que es tierra la que respiro

Igual que el can

Igual que la hiena

Cuando engulle a trozos desesperados su presa

Igual que el pajarillo que no pudo más

Y añade un grumo más a la tierra

Enfilo y trepo entonces

Me oriento por la voz que me llama

Por la que pronuncia mi nombre

Y me extiende sus brazos amorosos

Y desaparece de nuevo

O tarda

Porque así me va animando a subir

Como la enredadera que soy

Flores de fango que en realidad somos todos

Cada uno

Y jamás únicamente los poetas


 https://www.babab.com/2020/10/22/enredadera-un-poema-de-pedro-granados/


domingo, 18 de octubre de 2020

RECONOCIMIENTO DE POETA ROSELLA DI PAOLO

 

más valdría haber sido simplemente un ataúd

o no salir nunca del puerto

nunca talados los árboles que me hicieron

navegar

me importa un bledo

el aceite que mueve el mundo

 De: La silla en el mar (2016)

Isabel Sabogal, Magdalena Chocano y Rosella Di Paolo; tres poetas peruanas contemporáneas (Generación de los 80) y ex estudiantes de la PUCP, son todas autistas.  El fuero más íntimo de las tres, no sabe de varón ni de mujer ni de su tiempo, aunque alguna de ellas sea nada menos que una destacada historiadora; pero sí sabe de  poesía.  Encandilado espejo, no delimitado por marco alguno, por el que se miran, a través del cual siempre se han mirado. Y sin mudanza tampoco, el fiel espejo les ha ido devolviendo, a cada una de las tres, su más íntimo atisbo; el de  niñas o doncellas cuyo rostro desvió, alguna vez y sin retorno, la mismísima poesía.  Que esto que les ha sucedido, que ha sucedido, sea bueno o malo en medio de un país tan maravilloso y, al mismo tiempo, tan injusto y corrupto como el Perú; justo constituye la otra perspectiva. La que divide o desune porque es ascética (la consciencia va de a pocos) y es crítica; y no un regalo como en el caso de la experiencia anterior.  Aunque incluso resolver un arduo teorema matemático tenga su algo de gracia.  De conceptos, recuerdos o sensaciones de los que no huimos; sino, muy por el contrario, aceptamos, aquilatamos y agradecemos.  Y es esto, queremos pensar, lo que no divide, lo que constituye un regalo, aquello que –antes de “premiarse”, sería absurdo– la Casa de la Literatura Peruana ha sabido reconocer en unos versos que no claudicaron ante el “aceite que mueve el mundo” ni desviaron su hechizada mirada.


sábado, 29 de agosto de 2020

La mirada, transfondo

 


Tal como lo comentaba por correo con el poeta Carlos Llaza, en ocasión de la publicación de La mirada (Buenos Aires: BAP, 2020), autor de la “Presentación” del libro, este poemario se correspondería o dialogaría estrechamente con un artículo largo y todavía inédito titulado, “Vallejo en Arguedas: ahora y siempre”.  Ensayo donde concluyo que, finalmente, contra lecturas políticamente correctas o incorrectas de su obra, J.M. Arguedas en el Zorro de arriba y el zorro de abajo – y ante Chimbote– es un ser que mira él mismo, y no sólo  aquellos zorros hechos uno, convertido en un “ceque”: prolongación sagrada de un punto de visión que viene desde el Koricancha.  Es decir, que de viejo estoy llegando a una etapa o situación, involuntaria o no consciente, en que la crítica va comulgando espontáneamente con la poesía, y viceversa.  Aunque, para completar el panorama, debemos añadir que aquel poemario también remitiría a una anécdota, y muy poderosa.  En concreto, a un relato o confidencia que nos hiciera nuestra madre en relación al asesinato de su padre, autoridad política recién nombrada por el gobierno de Augusto B. Leguía y acabadita de llegar a Cangallo (Ayacucho).  Época muy convulsa en todo el territorio nacional el paso de pardistas a leguiístas –años veinte del siglo pasado–, y en particular en la región de la sierra, tanto norte como sur.  Mi abuelo fue víctima de una venganza orquestada por un par de hermanos latifundistas locales.  Bueno, mi madre –la cual presintió la muerte de Demetrio Agüero, así se llamaba su padre– se fue derecho a casa de una tía que guardaba las llaves de la iglesia de Lampa (Ayacucho), pueblo donde vivía con su madre, las tomó, y no se detuvo hasta estar ante el Cristo cuyos ojos celestes, casi cerrados,  intempestivamente se abrieron para consolarla y darle ánimo.  Mi madre estaba en sus siete años y, cuando vinieron a darle la noticia, ella más bien  consoló a tío Moisés, quien la trató de mijita mientras la cargaba muy en alto.

Por lo tanto, plasmación de algo real y reiterativo, fruto de una anécdota o un sueño, no sólo ha sido Roxosol (2018), sino también La mirada; en este último casode uno de los relatos fundacionales de este apiñado pechito.  Pero, ojo, “mirada” entendida en tanto y en cuanto acto desmesurado, máxima empatía,  socorro extremo.


domingo, 16 de agosto de 2020

Amerindios/Amerindians, ¿qué nos propusimos?

 

“Lengua de animal puro con que habla mientras la palabra es una bala certera al corazón”.Pablo Macera (“Prólogo” a El fuego que no es el sol, Lima: Ediciones de los lunes, 1993)

Nos propusimos pensar desde esta parte del mundo.  Pensar que no implica deshacerse de las emociones ni de los datos de los sentidos, incluido aquí el del pensamiento mismo.  Argumentar acompañado de una retórica situada; aquella  del paisaje americano y, en particular, del paisaje andino.  Trascender lo anecdótico; lo políticamente correcto; todo subgénero de literatura de auto-ayuda.  Aquello que piensa el grupete de amigos, a la larga siempre los mismos, guardianes y auspiciantes –en exclusividad– de lo que puede ser razonable.  Lo nuestro no consiste en pensar en libertad, lo cual es privilegio de algunos pocos que no piensan.  Lo nuestro es pensar de modo urgente, obligatorio y muy concentrado; tal como los niños en sus juegos.  Nacer, a modo de Pariacaca, simultáneamente de cinco huevos.  Y darnos “en bloque”, tal como César Vallejo, sobre todo en el pensamiento.

Lo nuestro fue pensar aquí para tocar hasta allá; aquella  última isla o cabeza de nuestro iluminado archipiélago.

Lo nuestro constituyó pensar y gozar.  No existe pensamiento amerindio; amerindios somos todos.  Como un delfín es un ser humano; aunque éste ya quisiera ser un delfín.

Pensar como una actividad que supera a la muerte; como un ejercicio donde todos somos perdonados.  Es más, en tanto una práctica que uno no puede ejercer si previamente no está perdonado.  Pensar para el perdón.  Perdonar y perdonarse para pensar.  Y llegar tarde a clases si en ello hemos estado entretenidos.  Tarde al bautizo, al matrimonio, a comprar aquella barra de mantequilla en el super mercado.  Pensamientos: bancos de peces de colores, oscilantes y que van de aquí para allá.

Si el pensar de la hormiga y aquel del taladro son, en profundidad, exactamente el mismo.  Cómo no lo será el de un amerindio frente a uno que no lo sea.  Amerindios todos entonces: líquenes, arañas diminutas, ladrillos de construcción, tractores –importados o no–, plegarias.  Todo un cúmulo de bellezas o de fichas con las cuales ponerse uno inmediatamente a jugar.  Toda  una fuente de luz que deslumbra porque se mueve y es de muchísimos y muy vivos colores.  Todo un dolor que se ha trocado en dicha por el único hecho de haber sido pensado.  Tal como, de modo previo a Amerindios (2020), ya lo habíamos formateado en un poema –ahora clave– de 1996; nos referimos a “[Estamos pensando]”:

Estamos pensando. Bola de fuego.

Bolo de fuego.

Red. Honda. Veneno.

Manos abiertas.

Estamos pensando. Aquí

en Santa Cruz de la Sierra.

Vapor. Señales de humo. Raíces.

Sin corazón estamos pensando.

Sin precisamente reflexión.

Sólo con el acorde

de algunos recuerdos. Porque eso somos.

Sólo con esa masa de objetos

sobre la superficie del río. Entreverados.

Separados. Disueltos. ¿Quién sabe?

Sólo con ese rumor y ese olor

que cubren el aire. Que instalan

como volutas sobre el río: Pensamientos.

Estamos pensando con un fino cedazo.

Entre branquia y branquia del pensamiento

una tela muy fina. Holandas

para lo visible y lo invisible. Cariño.

Estamos pensando con amor. Este es el secreto.

Esto es lo ignoto para todos los días.

Pensar con amor.

Y así el peje y la salamandra y el martillo

algo tendrán en común por el solo hecho

de haber sido expresados.

La esperanza también y las hojas de la palmera

algo tendrán en común.

De El corazón y la escritura (Lima: BCRP, 1996)

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