jueves, 2 de julio de 2020

Por una revisión de la poesía peruana –y su crítica– post-pandemia

“Los poetas vivos y más vivos del Perú (y también de otras latitudes)” es un texto de 2002, aunque creemos que luego de 18 años sigue fresco.  En general, me reafirmo en lo que escribí allí.  Aunque añadiría que también ya me hastió, en tanto poeta, Carlos López Degregori (el cual se “salvó” en el texto primigenio), por unidimensional; es decir, por no dar pistas de que saldrá algún día de su monólogo y conflictos de clase media, de su narcisismo ya rancio.  Y, también, agregar que el mayor aporte de Mario Montalbetti a la literatura y al pensamiento del Perú, fue el haber llevado –hacia los años ochenta– los recitales de poesía al Olivar de San Isidro.  Asimismo, que la noria del “Taller de poesía de San Marcos” –que dirigen o dirigieron Marco Martos con Hildebrando Pérez por cerca de medio siglo– fue lo segundo peor que le ocurrió a la poesía peruana; por contentarse y fomentar –bueno, acaso los tiempos no daban para otra cosa– el hipo-realismo bajo todas sus formas, prototipo de poetas incluido.  Decimos lo segundo peor, porque lo primero siguen siendo los versos y la crítica de poesía o de arte que publica los domingos El Comercio; verbigracia, los párrafos de porfiado de J.C. Yrigoyen o los del invariablemente precoz S. Pimentel.  Lo que urge más en nuestra poesía trasatlantica es talento y, en seguida, valentía, imaginación y buen humor para sacarla adelante.  La poesía es un don, pero al mismo tiempo “la poesía es dignidad” (acaso el mejor verso de Luis Hernández Camarero).  Por lo tanto, debemos hacernos dignos de ese don que constituye, a la larga, una sensibilidad que se sabe colectiva –como en su radical individualidad lo supo siempre César Vallejo– aunque ni políticos ni asesores de alguna cosa ni comerciantes ni profesores, de puro metidos, van a reconocer que no son poetas.  Por más teoría de la recepción que en su descargo los socorra o post-autonomía de la literatura que intente ampararlos.
En fin, de cara al futuro, me provoca establecer un balance de la crítica de la poesía peruana, digamos, post-Mariátegui.  Y, también, de la crítica a nivel de la región o, más bien, trasatlántica.  La poesía es su crítica.  Labor por ahora complicada porque –para variar– carezco de auspicios; aunque de algún modo mi manuscrito engavetado, “Autismo comprometido: sobre poesía hispana reciente”,  brinde ya algunas luces*.   Lo que sí podría anticipar es que en este periodo hemos tenido la suerte de tener pésimos lectores de poesía; gracias a los cuales reaccionamos e intentamos cultivar  nuestro propio huerto.  Entre tozudos reaccionarios/ as –que no aceptan, por ejemplo, sea el “cholito” César Vallejo, y no el clan Cisneros, el que realmente da la cara al mundo por el Perú — o lectores “comprometidos”  que, de modo invariable,  confunden la poesía con un discurso de ocasión.  Fascistoides que trajinan a Eguren, hombre humilde y poeta probo, lo jalonan de aquí para allá para oponerlo a Vallejo; como si  éste no hubiera sido el primero en reconocer la grandeza de Eguren, y dejara a nosotros percatarnos que este último está ya íntegro como una parte de Vallejo (sobre todo en Los heraldos negros).  Sin embargo, es justo advertirlo, en el periodo también hemos contado con algunos excelentes lectores  de poesía: Beatriz Sarlo, Julio Ortega, Amálio Pinheiro, Boris Schnaiderman o Teresa Guillén, a modo de muestra.
* Una versión menos ambiciosa de este último ya fue publicada, Autismo comprometido: Sobre poesía peruana reciente (Lima: Paracaídas Editores, 2013); libro que mereció –al margen del incisivo denuesto por los gazapos ortográficos allí colados–  una muy generosa lectura por parte del finado y recordado  Marco Aurelio Denegri.
Otros textos relacionados:

sábado, 27 de junio de 2020

Taller no adictivo para poetas (consagrados o no)

Poetas analíticos, “de la experiencia”, críticos, impresionistas, venecianos, místicos u otros son bienvenidos.
Este taller trata sobre todo de técnica aunque, en esto de la poesía, sólo la mitad del asunto estribe en el lenguaje y, la otra mitad, corresponda al tipo de sujeto que en nuestros textos proponemos al lector.  Es decir, en tanto y en cuanto la técnica: “pone siempre al desnudo lo que, en realidad,  somos  y  adónde  vamos” (César Vallejo).
La idea es advertir lo que puede hacerse de modo más eficaz; el filón que se deja abierto y no trabajado; lo que está ante nuestros ojos y no lo percibimos.
Se garantiza  absoluta satisfacción en los resultados.  Y, no menos, prescindencia del mediador.  Este taller no es adictivo.
Se empieza cualquier día de la semana, de lunes a viernes, por la tarde o por la nochecita; aunque el horario específico  se fija de antemano entre tallerista y mediador.
Los honorarios del mediador, sumamente razonables, se abonan por adelantado.
Contacto inicial:
pedro_granados@hotmail.com
BIO
PEDRO GRANADOS (Lima, Perú, 1955). Empezó a publicar poesía desde 1978 (Sin motivo aparente) y, hasta la fecha, ya van una docena de poemarios; los más recientes: La mirada (Buenos Aires: BAP, 2020) y Amerindios/Amerindians (New York: Arte Poética Press, 2020).  Las malas lenguas dicen que él mató a Martín Adán porque lo último que éste leyó en su lecho de enfermo –según Juan Mejía Baca, dilecto amigo y albacea de Adán– fue Juego de manos (1984), el segundo poemario de Granados. Ha leído su poesía en varios países: Perú, España, USA, Uruguay, República Dominicana, México, etcétera; la que ha sido traducida parcialmente al portugués, inglés y alemán. También ha publicado varias novelas cortas (Prepucio carmesí, Un chin de amorUna ola rompeBoston Angels y, recientemente, Poeta sin enchufe). Asimismo, tiene algunos libros de crítica; entre estos su tesis de PhD para Boston University, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: PUCP, 2004); al que se le ha sumado, hace poco, Trilce/Teatro: guión, personajes y público, ensayo que mereció el Prêmio Mario González de la Associação Brasileira de Hispanistas (2016). Administra un blog muy activo [http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/]. Y desde el 2014 preside el “Vallejo sin Fronteras Instituto” (VASINFIN). Actualmente vive en Lima, Perú.
Dos testimonios públicos sobre el Taller:
“Cuando Pedro Granados me dijo “ahora conforma tu libro”, comencé a sufrir. Cuatro meses leyendo y corrigiendo y seleccionando todos los días, con un diccionario al lado, un libro de sinónimos, bebiendo café, revisando. Me di cuenta lo difícil que es publicar, los lectores no se merecen mis descuidos”Edgar Artaud Jarry (México)
“Es excelente porque pone al taller en estrecha conexión con el campo cultural, porque parte de lo propio y su relación con lo ajeno y porque pone en valor la conquista de la autoconciencia.
He leído mucho sobre el tema taller pero hasta ahora no había encontrado esta perspectiva. Como lectora, celebro la lucidez del autor”, Juana Porro (Argentina)

sábado, 4 de abril de 2020

CUARENTENA



Trilce calendario solar vertical
Ceque mi llanto
Mi arritmia anímica inevitable
Mi abisal desamor
Contra los que leen a Vallejo
Como un socialista
Como un cristiano
Como un consumado ventrílocuo
Calendario que consulté
Que consultaba
Nomás estaba enamorado
Y veía ensartarse el amor
Tal cuentas de un collar
De perlas cultivables o no
Casi da lo mismo
Un collar un carrusel más bien
Que iba siempre hacia lo alto
Desde una simple emoción
Verla crecer hasta las nubes
Desde una sola desdicha
Desde una sola muerte
Que procuraba colgar sin demora
Sobre aquella noria
Sobre aquella nube de monólogos
En los momentos más frágiles
Unas lágrimas que eran también
Las de mi madre las de mi padre
Que no sé si alguna vez lloró
Las de mi hermanito Germán
Cuya flecha llega justo hasta aquí
Hasta esta agua que se cuela
Por la rendija
De esta puerta
Como se cuela
Este espejo que deslizo
Y abro para que le dé el sol
Les hablo desde todos mis años
Todos y cada uno y cada hora
Vallejo no era socialista
Vallejo no era cristiano
Vallejo no era poeta
Sino porque no había otro remedio
Y su mirada de roedor gigante
Acompañaba a la de la asexuada
Gaviota desde la que miraba
Cuando era un muchacho
Y la nube el sol la estrella fugaz
Los labios besándose de los astros
Aunque iba la mirada baja
Sabía me acompañaban
Sé que voy a morir
Sé que mi manera de leer
A Vallejo
Va a quedar en suspenso
No critico a los críticos
Menos los individualizo
La inmensa mayoría de ellos
Un arrecife de ganapanes
Tampoco aunque los deploro
Voy a hablar otra vez mal
De los poetas
Pero creo en Sasha Reiter
Como creo en Carlos Quenaya
Como creo en Ethel Barja
Sólo falta que ellos crean
También en ellos mismos
Y se aten al mástil de la existencia
Y no se cubran los oídos con cera
Hasta ya no creer más en sirenas
Y sí creer en el Sol
Y sí creer en Vallejo
El más tierno entre todos sus hermanitos  

©Pedro Granados, 2020

lunes, 30 de marzo de 2020

“Fermento[s] de sol”: Antología comentada de poesía en español selvagem y portunhol trasatlántico

Acuarela de la artista plástica peruana Norka Uribe
Se antologan versos, también poemas y, asimismo, breves textos críticos sobre la producción de América Latina entre 2000 y 2020.  Tanto de poetas individuales y reales o, aunque constituyan aquí los menos, colectivos e inventados.  También, incluso, poemas en otras lenguas traducidos al español.  La presente antología  se halla conectada, por un lado, con anteriores compilaciones nuestras sobre poesía peruana.  Por otro lado, con lo que hemos publicado anteriormente sobre poesía brasileña reciente.  En ambos casos, incorporando también los productos de nuestro trabajo de campo (talleres de creación literaria en Lima, Foz do Iguaçu, Cochabamba, Rio Branco, etc.), el cual dio como resultado diseños o prototipos de poetas no individuales, sino colectivos y de existencia no real, sino virtual.  Asimismo, a nuestros panoramas sobre poesía reciente panameña, mexicana, dominicana, boliviana, ecuatoriana, etc., también los hemos incluido.  Por último, y en tanto el presente trabajo incorpora además la selección de “breves textos críticos”, figuran aquí algunas de las reseñas o notas o breves ensayos que –paralelos al tiempo que compendia la presente antología– hemos dedicado al tema en libro o en nuestro ya “veterano” blog.
A los interesados en que leamos su trabajo y, eventualmente, los consideremos en esta antología; por favor, enviar sus textos a través de este correo:


viernes, 10 de enero de 2020

Mi recuerdo de Pablo Macera

Escribió alguna vez sobre mi poesía: “Lengua de animal puro con que habla mientras la palabra es una bala certera al corazón” (“Prólogo” a El fuego que no es el sol, Lima: Ediciones de los lunes, 1993); también, allí mismo: “[Granados] rodea, pero expresa”.  Y debo reconocer que estos dos puntos (post-antropocentrismo y sugerencia), destacados por tan distinguido humanista, constituyen hasta el día de hoy el meollo de mi vocación y dedicación a la poesía.  Desde aquella que empecé a escribir a los quince; y publicar en libro desde mis 23 años (Sin motivo aparente, 1978).  Asimismo, en un aparte en el Instituto de Estudio de Historia Rural Andina –que él dirigiera por décadas y en el cual eventualmente lo visitaba– alguna vez me preguntó por sobre los poetas peruanos que quedarían para la posteridad.  Coincidimos casi de inmediato, por cierto aparte de Vallejo, en Eielson; aunque mirándome fijo y en voz baja dijo que mi poesía también quedaría.
!Gratitud sin fin al bondadoso maestro!

martes, 31 de diciembre de 2019

Mis poemas hasta el 2020


He tenido (tengo) algunos mentores fundamentales para mi vocación y dedicación –conscientemente desde los quince años– a la poesía.  Mi madre, Lastenia Agüero, la cual me enseñó que ninguno es monolingüe o que el asunto de identificar cuántas lenguas uno practica no es cuestión de contarlas, sino de ahondar desde ya  en la mezcla; para alcanzar las notas más altas del cancionero, los domingos en una iglesia de Lima, y con suma naturalidad, ella se pasaba del castellano al quechua de su pueblo.  Mi hermano Germán (obrero, poeta y tallador), al que le dediqué y dedico siempre, “Cada vez me parezco más a mi hermano Germán“.  Martín Adán (algunos entre ustedes conocen la anécdota de que la lectura de mi segundo poemario, Juego de manosprecipitó su deceso).  Javier Sologuren al que, hacia mis veinte años, visitaba eventualmente en su casa de Los Ángeles (Chosica) y al cual dediqué mi tesis de Bachiller para la PUCP; y cuya metodología para leer sus poemas me han marcado hasta hoy.  Manuel Velásquez Rojas, que reseñó mi primer poemario, Juego de manos (1978), con generosidad suma.  Y también, por supuesto, Jorge Eduardo Eielson, a quien he leído y leo y compruebo que él también me leyó.
Espacio aparte lo debo dedicar a mis traductores, hasta ahora al portugués y al inglés, porque toda traducción es al final la mejor o más contundente crítica literaria; aunque sobre esto me explayaré en una próxima.

viernes, 8 de noviembre de 2019

“Tardíos setenta: el caso de la poesía de Pedro Granados”*/ Gaspare Alagna**


* Ponencia leída el sábado 13 de agosto de 2005, durante la última jornada del Seminario: “Poesía Peruana del 70”; el encuentro académico fue organizado por la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
** Gaspare Alagna. Perú. Poeta y traductor. Bach. en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado el poemario Memorias de un dios herido, Lima 1986. En la Revista Fórnix, N° 3-4, Lima 2004, dio a conocer su versión del italiano del libro de poemas Cuaderno gótico (1947), del escritor Mario Luzi (1914-2005).
La poesía de Pedro Granados (Lima, 1955) irrumpe en el contexto peruano altamente politizado de los años 70. Aunque su primer libro, Sin motivo aparente (1978)1, no ve la luz en plenos años velasquistas, sí lo hace en medio de un escenario social y político polarizado, precisamente, a partir del triunfo y posterior veloz desmantelamiento de aquella tromba histórica que significó la revolución de Juan Velasco Alvarado en el Perú. Los ánimos, por doquier, estaban caldeados; las ideologías a flor de piel. Obviamente, las instituciones literarias –llámense éstas universidades, talleres, congresos, premios, páginas culturales, etc.– no hacían oídos sordos a todo esto y, más bien, en medio de este ambiente tenso y no menos confuso, se adherían a uno u otro de los bandos simbólicos. La racionalidad política parecía, literalmente, querer dominarlo todo; incluso afectos, diversiones o el inconsciente si era preciso.
Muy pocas aventuras personales –auténticamente fervorosas o creadoramente autistas– hubo en el paso de los poetas del setenta hacia el ochenta. En esta última década se consolidaron o tornaron como oficiales, por un lado, grupos más bien altamente retorizados –verbigracia, Kloaka — influidos aún por el lenguaje marginal-contestatario de Hora Zero; o, por otro lado, individuos que representaron con sus versos canónicos a las instituciones más conservadoras de aquella coyuntura histórico-política-cultural. En todo este contexto, creemos, y por eso la estudiamos, la poesía de Pedro Granados fue y es, incluso hasta ahora mismo, un gesto de estilo incomprendido, pero no por ello quizá menos asimilado en secreto, particularmente por los otros poetas de su generación. La palabra de Granados refulge viva y joven hoy más que nunca; ha sabido no envejecer prematuramente como las de algunos de los poetas del 60, muchas de los del 70 y casi todas entre las de su propia promoción.