lunes, 2 de agosto de 2021
lunes, 5 de julio de 2021
Javier Sologuren: elogio de las putas
-Si hubiera sabido que era putañero, jamás lo hubiera leído, nos dijo una tarde en el Cuzco Rodolfo Hinostroza. En concreto, en Ran Huaylla, mientras nos disponíamos a beber una infusión o algo más fuerte, no recordamos esto con claridad, en los pagos de nuestro amigo Vladimir Herrera.
Poeta motejado de “puro”, en el Perú, respecto a aquellos “sociales” de su misma generación: Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Pablo Guevara, entre otros. Como si dedicarse, en sus versos, al cuidado de la naturaleza y ser militante de una perspectiva simétrica de la existencia fuese cuestión de “puros”. Poeta sin crítica, todavía; salvo, acaso, Roberto Paoli, Anna Soncini y otro poeta compañero de ruta, Jorge Eduardo Eielson. La ética nos tiene realmente jodidos, cogidos de la vulva o de los cojones de nuestra imaginación. Ética, puritanismo, cedazo previo sea de estirpe comunista o capitalista, en esto coinciden ambas maneras de ponernos diariamente la máscara. Y es por este motivo que el pensamiento o la poesía constituyen siempre una excepción; algo que de modo invariable aceptamos o digerimos a posteriori. Mientras, en el aquí y el ahora, seguimos contando, hasta el hartazgo, las sílabas métricas de los versos del autor de Vida continua, reparando en su rica intertextualidad o en la confluencia allí de varias lenguas o culturas (oriente y occidente). En pocas palabras, insistiendo en reconstruir el archivo de tan caro secreto profesional. Cuando lo suyo fueron precisamente las putas, como en el caso de Arguedas, Vallejo y paramos de enumerar. Aunque la estirpe de la búsqueda –y encuentro– en los burdeles de Sologuren fuera un tanto distinta al de la catadura trágica, en Arguedas, o al del entusiasmo siempre adolescente en Vallejo. El puterío de Javier Sologuren fue el de encontrar el yin para el yang de esta existencia; el de toparse con la compacta obscuridad justo detrás o más arriba que esta luz. Las putas constituyeron la terracota, imprescindible, de cada una de las lúcidas cuentas de su poesía; por ejemplo, de Estancias (1960). Terracota previa a su aguda inteligencia, a la metamorfosis, al fuego abarcador y abrasador de Sologuren por todo lo que viviera.
–Los que dividen son aquellos denominados poetas “sociales”, nos dijo una vez, no recordamos ya si en Los Ángeles (de Chosica) o si en su casa de Jesús María. Pero el tiempo, el cual constituye asimismo otro yin y yang, le ha dado toda la razón o le va otorgando su merecido reconocimiento. Cómo es posible en un país de pobres, bicentenariamente colonizados, manipulados hacia los clips de la Tele y la pornografía de la Internet, ser meramente poetas “sociales”.
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lunes, 14 de junio de 2021
martes, 1 de junio de 2021
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS (POÈTICOS)
Imagino que, un tanto al modo de Pound o de Eliot, y no menos de César Vallejo, me he detenido en lo siguiente:
Cualquier obra de arte es una mezcla de libertad y orden. Es perfectamente evidente que el arte oscila entre el caos, por un lado, y la pura mecánica, por otro. Una insistencia pedante en el detalle tiende a excluir la forma esencial. Si se mantiene con firmeza la forma esencial se hace posible una libertad en los detalles (Ezra Pound).
El arte es una evasión de posiciones fijadas; una oportuna evasión de una norma… (T.S.Eliot).
La técnica: pone siempre al desnudo lo que, en realidad, somos y adónde vamos (César Vallejo).
Digo un tanto porque, por otro lado, el mito en mi poesía no se halla pasteurizado, tal como sí sucede en Pound; también, aunque en apariencia luzca lo contrario, en Walt Whitman (“maestro de atletas” y curtido “hobo”) e incluso –alguien tan “cerebral” como Pound– en el autor de Altazor. Ambos, estos dos últimos, encandilados o casuales ante el chorro de sus propias imágenes (Imaginismo). Por cierto, pienso en un Vicente Huidobro en tanto intersección entre Whitman y Pound. Y, asimismo, concuerdo en lo que Octavio Paz piensa de Eliot: arte del palimpsesto de la tradición occidental o clásica. Por lo tanto, aquí también hallamos al mito ya fallecido; y sólo nos quedan de él citas o huellas. De modo análogo a lo que ocurre en Pound, insistimos: vórtice de ideas fusionadas y fusionantes, honesta voluntad de aura y de estilo.
Sin embargo, y por el contrario, en César Vallejo y compruebo que asimismo en mi poesía, el mito se da en bruto y está vivo; aunque no pretenda ser explícito ni, sería execrable, algo meramente decorativo. Es decir, el mito es acólito de sí mismo y crea archipiélago; aglutina, tal un real y activo agente, comunidad. En suma, ambiciona constituirse en un mediador conceptual amerindio overseas y transversal a cualquier lengua. Poesía que finalmente no oculta, sino más bien auspicia, una manera correcta o reparadora en su recepción. Una lectura, por ejemplo, de Trilce, y aunque resulte paradójico tratándose de un texto de “vanguardia”, más feliz que otras. Evado adrede, junto con lo que constituiría una lectura aleatoria o arbitraria de aquel poemario, el término “pertinente”; y, más bien, me remito a una recepción encarnada y post-antropocéntrica tanto de la poesía del autor de Trilce como de la mía. Vallejo no será Whitman, no intentará corroborar en su poesía las “ideas” de Rousseau; ni será Pound. Tampoco Eliot ni ningún “pequeño Dios”. Ni, aunque ambos “abolicionistas”, compartiría el “trascendentalismo” R. W. Emerson. Vallejo es un poeta sin membership, siendo el club de Pound, como sabemos, mucho más exclusivo que el de los 100 de Harold Bloom.
Y en español no escribo.
https://miradamalva.blogspot.com/2020/10/al-filo-del-reglamento-ii-poesia-de.html
jueves, 27 de mayo de 2021
miércoles, 7 de abril de 2021
lunes, 5 de abril de 2021
DE SECHURA LAS GARZAS
Para Amálio Pinheiro
I
De Sechura las garzas
Invisibles
Y asimismo las cabrillas
Harto visibles
Ignoro si amagamos la pandemia
Con la tantísima canícula
Donde fueron muriendo los garzas
Y más aún las nociones de lo mío
Y lo tuyo
Pero nunca las cabrillas
De un solo ojo
Que andaban rajadas por la mitad
Tal como mi oscilante alegría
Un solo ojo para orientarse
Y para hacerle compañía al sol
Rajado él mismo
Como la cabrilla como nosotros
Como casi todo
II
La gente sale del manglar cada día
Porque también nació de él
Y emerge de él hasta con el tiempo
Volverse una costra dura
Una mácula una pétrea espuma
Insignificantes en medio del desierto
Nosotros hemos bebido y comido
De aquella entraña
Es decir
Hemos conocido el sabor de la arena
Y desde los pies nos hemos impulsado
Cotidianamente
Fuera de aquel imantado fango
De labios tan ávidos como untuosos
III
Viajar en moto taxi sobre aquellos desiertos
Es idéntico a remontar el cielo
Olvidarse de lo más elemental
Y no por ello
Adosarte a una fe palpable ostensible práctica
Una vaina de algarrobo seca y dulce
Ante pesadísimo tráfico
Briznas al sol
Garzas en huesecillos
Polvareda de remotas civilizaciones
¿Cómo irías a condenarte
Entre tanto amarre a tu corazón
Y en medio de este fango?
© Pedro Granados, 2021