sábado, 30 de agosto de 2025

ELOGIO INCORREGIBLE

 


Aunque aquí no desarrollaremos más ampliamente nuestro argumento, creemos que lo que ha hecho Vladimir Herrera por la poesía de nuestra región (incluida la peruana) es fundamental.  Ha llevado a la altura de las dendritas, no de la impotente estampa ni del mero bullicio callejero, nuestra compleja y multidimensional cotidianidad.  Mostrar que, tal como Sorolla, el asunto consiste más en un juego de sol y sombra que en sobrecargar la anécdota; asimismo, y esta vez de cara al mito, en que el eco es más decisivo, perdurable y productivo que la viva voz.  Es por estos dos motivos que en su poesía todo se halla impostado y dislocado tal como, precisamente, si viviéramos entre los varios niveles de las líneas entrecortadas de nuestra cordillera.  Sus versos no son ave enjaulada, sino liberada; es decir, no sólo aquella que se ha echado a volar, sino, incluso, la misma que alcanzamos sólo por pura voluntad de mirar o de imaginar, aunque sin que dejemos de acreditar en su existencia.  Herrera ha sabido ser fiel a sí mismo y, sin melodrama alguno, entre una generación de periodistas de diarios de la tarde o actores de zarzuela, sobrellevar en solitario su íntimo estruendo.  Y esta experiencia de una poesía a la larga clásica (alegoría, mito, decoro) volcarla a los temas o motivos de su terruño. P.G.