Celeste
del Carpio Bramsen (Lima, 1997), Arcos metropolitanos (Lima: Personaje
secundario, 2024).
La
autora vive en Dinamarca desde el 2004.
Poeta encantada. Libro que de inicio
a fin sostiene su nivel. ¿Cuál es
éste? Hacer de este mundo cruel un
paisaje de chocolate al cual inmediatamente devoramos, tan ansiosos como
estamos de comer poesía y no únicamente escuchar quejas, frustraciones,
tentaciones de ensimismamiento y, en general, al “pantano del mí”. Ni, tampoco, claudicaciones a la escritura:
nuestros esfuerzos en la materia constituyen inevitable palimpsesto,
atravesamos en poesía una inevitable edad de hierro. Por el contrario, todo se halla, en este
extra-ordinario primer poemario de Celeste del Carpio Bramsen, vivo y
convocante y como recién nacido; y el medio por el que se interactúa aquí con
el lector son los sentidos o, tal como en César Vallejo, el pensamiento
convertido de antemano en tacto: el guante del lenguaje dado vuelta. Uno se pregunta, este envejecido poeta
indaga, ¿en qué fuente abrevó la poeta toda la naturaleza --“y cada uno de sus
granos de arena”-- de un solo sorbo y para siempre? No sólo es el ritmo asordinado del diálogo y
de la cuita (con un ser un tanto indeterminado), ni las palabras que por lo
general (Saussure, más radical, diría siempre) se hilvanan una detrás de otra
sobre un espacio abstracto y más bien soso.
No. En Arcos metropolitanos o
arcos iris (celebradas bandas de color nunca solitarias) transversales al campo
o a la ciudad, las palabras no se distinguen de la respiración ni ésta del
paisaje. Lenguaje acompañado. Sujeto del lenguaje en compañía. Contra los versos concebidos
apriorísticamente –tesis, ética, compromiso-- aquí, por el contrario, surgen al
compás de la poesía. ¿Y qué dicen? Absolutamente nada porque, más bien, nos
reconstruyen desde el cuerpo, la mirada y la naturaleza. Versos que toman al lector cual si fuera un
abandonado cubo mágico y, muy físicamente, retoman la labor; ordenan lo
desordenado o desordenan lo demasiado ordenado.
Lo que quieran decirnos resulta excesivo e incluso acaso obsceno:
concederle una vanidad más a nuestra inteligencia pro occidental. ¿"Cómo cosa
así vacía" (Martín Adán dixit)? Por
la radical confianza en la poesía y la pasmosa experiencia del sentido (mayor y
mejor que el cogito), las cuales de ningún modo debemos tomar por ingenuidad:
“La verdad está de nuestro lado/ pues nada es más auténtico que lo que se
desmorona”. Confianza y experiencia,
ambas, honran este poemario y lo tornan un auténtico acontecimiento tanto de la
reciente literatura peruana como también de la poesía danesa (Søren Ulrik
Thomsen o Inger Christensen). Se
constata lo más potente de las dos literaturas, su vocación multinaturalista o
posantropocéntrica; en una sencilla frase, aquello de hallarse volcadas a la
naturaleza. P.G.
Después
de ver Jag Ar Nyfiken (1967)
Un
poema documental, donde no haya
lugar
para el por qué y el cómo; que la realidad
nos
cuente una historia de la misma forma
como
cruzamos un río (“5”)
Un
viejo afiche de supermercado parasitando el muro
de
nuestra habitación. Todo lo demás en mí
es visionario (“15”)
La
cama que no responde por los cuerpos que albergó
me
restituye el sordo embate de lo autobiográfico (“35”)
He leído mucho sobre el tema taller pero hasta ahora no había encontrado esta perspectiva. Como lectora, celebro la lucidez del autor”, Juana Porro (Argentina)