A Rafael Soto Vergés, i. m.
I
He tocado Madrid
Un adoquín de granito áspero
A la altura de mi cabeza
Una tarde más bien fría
Tranquila y contemplativa
Tocaba leve y afirmativamente
Eso sí
Con el índice y el cordial
De mejillas sensibles y ojos entre cerrados
¿Por qué lo hice?
¿Estaba feliz estaba triste?
Dedos contra un agua propicia
Como quien se adentra en sí mismo
Áspera gris fría íntima
Escueta ventana
La de las piedras que duermen
Hacia las piedras que nunca descansan
Torsos macizos y atentos
Y no menos discursivos
II
Un hombre pasa y toca
La piedra desmenuza y cuela
Ambos son dúctiles
Pero mucho más la piedra
El hombre escribe en Lima
Junto a su perro, Mique
Y frente a algunos libros
No anda solo
A menudo van con él
Una mujer
Y algunos de entre sus muertos
Tiene curiosidad
Todavía
Y el cuerpo en resumen sano
Pero sin poner el poema ni la piedra
A un lado
Ni las yemas ni el tacto
Ni sus oídos ni sus ojos
Ni sus mejillas
Ni el calor ni el aire ni el aliento mismo
A un lado
Pedro Granados, La mirada (Buenos Aires: BAP, 2020) pp. 31-32.