Como su nombre lo indica
Incienso
No hablo aymara ni quechua
Pero entiendo perfectamente
La mueca del beodo
Del que lleva el íntegro de su mundo interior
A la playa desierta de su mirada
Lo oculto jamás es mayor que lo evidente
Y el hombre acaso sea una bolsa de mierda
Lo dijo un español, no Goya ni Quevedo
Un muchacho que atendía por ahí
En su bodega de ultramarinos
Aunque Humareda serían las heces del ángel
Como la poesía de Martín Adán
Otro borracho que a veces permitía
Oteáramos su chispa
Humareaba tras el mismísimo “orgasmo de Dios
Hecho para cisma”
En fin, que muy en el fondo Víctor y Martín
Serrano y costeño
Son exactamente lo mismo
Como que ambos se meaban
Dentro de sus pantalones
O que en el fondo
No les interesaba ni hembra ni varón
Imantados a la maniobra
Aprendida y mejorada con la práctica
De encaramarse de un salto
Sobre su alfombra mágica
Y coincidir ambos sobre el cerro más próximo
De Lima
Para contemplar desde allí
No sin discreto deleite
Lo bien hecho que estaba el mundo (Jorge Guillén dixit)
Dos zorros jugados a cuchichear
Lo que ya de sobra conocían
Y sin perder de vista jamás
El cierre de la chingana más próxima
Ni varón ni varona
Como le acomodó también
Aunque con sus altibajos
A Jorge Eduardo Eielson
“Sucede que me canso de ser hombre/
y también de ser mujer”
Pero sin que hallemos tal romanticismo
En la catadura clásica de Adán o de Humareda
Atentos los dos a su ponche de invierno
Tanto como Góngora, en aquella inolvidable letrilla,
Lo estaba a sus castañas asadas
Que yo no sé quechua, aymara tampoco
Ni entiendo cosas de borrachos
Únicamente en español
©Pedro Granados, 2021