Individual, confidencial y por Internet.
Para todo formato: barroco, minimalista, coloquial, etcétera.
La idea es advertir lo que puede hacerse de modo más eficaz; el filón que se deja abierto; o lo que estando ante nuestros ojos no se termina de percibir.
Poetas en tanto lectores impresionistas, analíticos, venecianos o místicos son bienvenidos.
Se garantiza –luego de un tantito de paciencia– absoluta satisfacción.
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Algunos comentarios sobre la poesía de Pedro Granados:
La poesía de Pedro Granados es el hilo de habla que emerge de una herida en el cuerpo del lenguaje español. Habla que es hilo de vida, huella de sangre, texto de la voz que borbotea con asombro y convicción. Estos poemas [Roxosol, 2018], por lo mismo, palpitan en cada sílaba, con sobriedad y desnudez, o con la dignidad que hay en la desnudez que recibe la palabra viva del poema como una rama de fuego arrancada de la voz. Esa palabra en carne propia reverbera en la intimidad de una conversación en la que la confesión y la súplica, la oración y la convocatoria, se suman, con ardor y sed, para que el poema sea una historia de vida, una breve memoria de la muerte viva. De allí la demanda que nos impone el poeta. Es una demanda de pasión vital y ardor verbal. Aun cuando el lenguaje sólo puede dar cuenta de la fragilidad y fugacidad del tiempo presente, el poema demora ese ardimiento, ese brío del habla en el coloquio. Como si la poesía fuese capaz de concedernos todavía verdad y piedad. Julio Ortega
La pregunta por la poesía peruana, si no la de toda nuestra región, coincide con la pregunta por Pedro Granados. De qué otra manera podríamos explicarnos el fervor por la vida –entiéndase poesía– que suscita cuando lee sus poemas o cuando explica, por ejemplo, la obra de su compatriota César Vallejo. Ningún otro poeta que conozcamos plantea el asunto como lo hace Pedro Granados. La mayoría, desde un empaque de seguridades (entre esto la prensa solícita en captar y comunicar novedades) termina en incertidumbres, soliloquios o descrédito (y desafuero) incluso del pensamiento en sus poemas. En cambio, en la poesía del peruano, ocurre exactamente lo opuesto, desde un empaque de fragilidad o murrmullo, su texto echa mano de las múltiples dimensiones que somos y entre las cuales nos movemos y poco a poco (segundo a segundo) termina reconstruyéndonos. Levanta la piedra que somos, la lengua de agua ávida que somos. Vivimos para que nos beban, existimos para la compañía, de antemano somos una orquesta (los estudiosos hablan de una red) de seres que circulan del día a la sombra; aunque de cara inequívocamente al sol. Todo esto nos lo hace recordar, mejor dicho, lo sabe encarnar la poesía de Pedro Granados. Agua volcada de la noria, rueda escapada de la carreta de la poesía actual de nuestro continente. Bruno Melo Martins
Res, el más reciente poemario [inminente] de Pedro Granados, es la apuesta de quien desde Sin motivo aparente (1978) ha fraguado un camino aparte de bombos y comparsas en la poesía peruana. Arte poético que se ha destilado a punta de ritmo, pensamiento y una singular mirada. Catalejo hecho con las propias manos al que ahora mismo los lectores podemos asomarnos, pero no para encontrar los fuegos fatuos del lenguaje, que suelen deslumbrar a la academia absorta en la agenda teórica de moda, ni para ganar el aplauso de los nuevos militantes de la poesía social, tan ávidos de respuestas de cara a la coyuntura. Sin falsas certidumbres ni vanaglorias pasajeras, estos poemas nos hablan con una voz que percibe el mundo con lucidez, emoción y desconcierto. Como un acto de amor, los poemas de este libro nos reafirman en el deseo y nos recuerdan que la poesía es también una forma de fervor por el mundo, atónitos los ojos y abiertos el corazón y las manos. Carlos Eduardo Quenaya