El mirador de lobos
I
Los lobos marinos
alzaron su canto
solicitando amor al cielo;
sólo Venus los escuchó
y la luna brilla desde entonces
en sus hocicos.
II
Entre las rocas,
en los acantilados y farallones
donde el aire es fresco silencio
y el deseo no tiene límites;
donde el mar no es una encrucijada sino
fugitivos cangrejos
o pulposas estrellas;
los lobos marinos muerden en el agua
igual que en sus compañeras,
y encuentran los mismos peces.
Jamás hubo secretos para ellos.
III
Por las tardes,
el sol despoja sus pétalos más íntimos
sobre las aves;
el mar se despeina en los farallones
y las familias de lobos
se desprenden de las rocas.
Cuando la orilla inclina el mar
a la ciudad.
Juego de manos (Lima: Los Reyes Rojos, 1984)
[Estamos pensando]
Estamos pensando. Bola de fuego.
Bolo de fuego.
Red. Honda. Veneno.
Manos abiertas.
Estamos pensando. Aquí
en Santa Cruz de la Sierra.
Vapor. Señales de humo. Raíces.
Sin corazón estamos pensando.
Sin precisamente reflexión.
Sólo con el acorde
de algunos recuerdos. Porque eso somos.
Sólo con esa masa de objetos
sobre la superficie del río. Entreverados.
Separados. Disueltos. ¿Quién sabe?
Sólo con ese rumor y ese olor
que cubren el aire. Que instalan
como volutas sobre el río: Pensamientos.
Estamos pensando con un fino cedazo.
Entre branquia y branquia del pensamiento
una tela muy fina. Holandas
para lo visible y lo invisible. Cariño.
Estamos pensando con amor. Este es el secreto.
Esto es lo ignoto para todos los días.
Pensar con amor.
Y así el peje y la salamandra y el martillo
algo tendrán en común por el solo hecho
de haber sido expresados.
La esperanza también y las hojas de la palmera
algo tendrán en común.
El corazón y la escritura (Lima: Banco Central de Reserva del Perú, 1996)
MIQUE
I
Un juguete de perro consiste
En un exo-esqueleto de plástico
Y un redondo blader por corazón
No he confiado nada más
Que en ti
Pero cómo no decir no creer
No estar agradecido
Si me muero hoy mismo
De qué doy testimonio
De que ella existe de que ella es bella
De que ella no te traiciona
II
Un gorrión sale de entre el agujero
De una rata
Y mi amor desde un lugar hosco
Un pasadizo compacto
De atemorizados o de indiferentes
Un amor que jamás fue ciego
Porque te abrió los párpados
Como a la fuerza ella misma
Y te obligó a que miraras
Por sobre el fango la piedra el dolor
Por sobre la indiferencia más compacta
III
Amo la poesía
Me hinco de bruces
Junto las manos y me persigno
Eso he aprendido
O a aquello la relaciono
Como un infante como un incivil
Con sus dos centímetros de frente
Aunque Mique mi perro
Mejor agradece con toda la cadera
Las orejas las patas en fin
Con todo su joven y brioso cuerpo
Porque la poesía ha venido
Porque su dueño ha regresado
IV
El oro solo brilla al sol
Aunque en la oscuridad
Tiene un destello
De corneas de reptil
O de mirada de madre ya fallecida
Siempre pensé
Que tenía que nacer de nuevo
Deslizarme y resbalar otra vez
Por eso no entiendo por eso no acepto
Una poesía que invite al callejón sin salidas
Al unidimensional sonido de latón
De la ironía
Acertó Rilke, el beato; acertó Kafka, el místico;
Acertó Vallejo, el inca sumergido; acertó Emily
Y también Amy, a la que ahora mismo escucho
Con deleite
La poesía existe. Absolutamente transcultural
E intergaláctica. Y multi-temporal.
Un pollito que resbala
Entre tus dedos desconcertados.
Roxosol (Arequipa, Perú: Cascahuesos editores, 2018)