Poesía pegajosa, cómo no; mejor dicho, sweety Spanish, el grano de la voz que alcanzamos a escuchar aquí. Voz que no va a ninguna otra parte, y apurada en sus convencionales finales a estos poemas, más que a sí misma. A una suerte de íntimamente no acreditar (muy distinto a no creer merecer), aunque siempre relativos, su vasta audiencia y éxito mediático. Probablemente los adeptos a LGM me tildarán de mezquino o incluso de envidioso, qué le vamos a hacer, aquél es ya un ultra publicado; mientras su servidor continúa adolescente y desconocido. Pero jamás desorejado ni adulador de melancolías; de música hecha acaso para intentar conjurar, cada fin de semana, nuestro hórrido día a día. Conformes con nuestro salario, lugar en el mundo, ubicación en alguna de las tantísimas y variopintas subculturas del orbe. Luego de ser planchados por estos versos deberíamos salir muy contentos a la calle, aunque nuestra camisa dominguera tenga un roto y le falten algunos botones. LGM, no me lo creo. Nunca me lo creí. P.G.
TEXTO RELACIONADO:
Corría el mes de agosto de 1988 en El Escorial. Nos encontrábamos gozando de una beca al Primer Curso de Verano de la Universidad Complutense de Madrid. En un recinto abarrotado, de iniciados y de público en general, se asistía a algo así como a una sucesión en el trono o al cambio de posta en alguna final de prueba olímpica. Incómodamente embutido en una silla de ruedas, hallábase en lo alto del proscenio el poeta Rafael Alberti; también la figura con aire adolescente de Luis García Montero. El poeta mayor, pues, cedía los lauros, monitoreaba, empleaba sus buenos oficios –no sabríamos cómo precisarlo– a favor de uno joven (andaluz como el autor de Marinero en tierra) e importante gestor de lo que llegaría a denominarse –un poco más tarde– “poesía de la experiencia”.
Después de los discursos de orden y la lectura de algunos poemas de Alberti, le tocó el turno al granadino. Aunque en ese entonces no conocíamos su obra, fuimos testigos incrédulos de lo bien que se pagaba en España el fácil recurso a la eufonía, y del montaje oportunista de cierta prensa capitalina…
Desde otra margen: La última poesía española