más valdría haber sido simplemente un ataúd
o no salir nunca del puerto
nunca talados los árboles que me hicieron
navegar
me importa un bledo
el aceite que mueve el mundo
De: La silla en el mar (2016)
Isabel Sabogal, Magdalena Chocano y Rosella Di Paolo; tres poetas peruanas contemporáneas (Generación de los 80) y ex estudiantes de la PUCP, son todas autistas. El fuero más íntimo de las tres, no sabe de varón ni de mujer ni de su tiempo, aunque alguna de ellas sea nada menos que una destacada historiadora; pero sí sabe de poesía. Encandilado espejo, no delimitado por marco alguno, por el que se miran, a través del cual siempre se han mirado. Y sin mudanza tampoco, el fiel espejo les ha ido devolviendo, a cada una de las tres, su más íntimo atisbo; el de niñas o doncellas cuyo rostro desvió, alguna vez y sin retorno, la mismísima poesía. Que esto que les ha sucedido, que ha sucedido, sea bueno o malo en medio de un país tan maravilloso y, al mismo tiempo, tan injusto y corrupto como el Perú; justo constituye la otra perspectiva. La que divide o desune porque es ascética (la consciencia va de a pocos) y es crítica; y no un regalo como en el caso de la experiencia anterior. Aunque incluso resolver un arduo teorema matemático tenga su algo de gracia. De conceptos, recuerdos o sensaciones de los que no huimos; sino, muy por el contrario, aceptamos, aquilatamos y agradecemos. Y es esto, queremos pensar, lo que no divide, lo que constituye un regalo, aquello que –antes de “premiarse”, sería absurdo– la Casa de la Literatura Peruana ha sabido reconocer en unos versos que no claudicaron ante el “aceite que mueve el mundo” ni desviaron su hechizada mirada.