Escribió alguna vez sobre mi poesía: “Lengua de animal puro con que habla mientras la palabra es una bala certera al corazón” (“Prólogo” a El fuego que no es el sol, Lima: Ediciones de los lunes, 1993); también, allí mismo: “[Granados] rodea, pero expresa”. Y debo reconocer que estos dos puntos (post-antropocentrismo y sugerencia), destacados por tan distinguido humanista, constituyen hasta el día de hoy el meollo de mi vocación y dedicación a la poesía. Desde aquella que empecé a escribir a los quince; y publicar en libro desde mis 23 años (Sin motivo aparente, 1978). Asimismo, en un aparte en el Instituto de Estudio de Historia Rural Andina –que él dirigiera por décadas y en el cual eventualmente lo visitaba– alguna vez me preguntó por sobre los poetas peruanos que quedarían para la posteridad. Coincidimos casi de inmediato, por cierto aparte de Vallejo, en Eielson; aunque mirándome fijo y en voz baja dijo que mi poesía también quedaría.
!Gratitud sin fin al bondadoso maestro!