Constituyo la piedra en el zapato
de la poesía y de la crítica de ésta
por lo menos en toda América Latina.
Para cualquier iniciado, poeta o crítico,
que no intente mirar entre las rendijas
que forman los dedos de sus manos
no puede, no podrá vivir en paz
--en esta vida ni en ninguna otra--
si no atina a leer en libertad mi poesía
y en libertad emprende una cura,
un abandono, una como desposeción
de sí mismo y del pequeño, mediano
o gran poder que ostentó o que representó
en esta farsa y cobardía general
que es la cultura (oficial).
Tengo
sesenta años bien cumplidos
y el reconocimiento definitivo
a mi obra me lo otorgo yo mismo.
No fataba más.
Como si necesitara del ganapán de la TV
como si necesitara de mi influyente amiguete
como si tuviera que hablar bien
--y en el fuero interno pensando muy mal--
de aquel profesor sin escrúpulos.
y el reconocimiento definitivo
a mi obra me lo otorgo yo mismo.
No fataba más.
Como si necesitara del ganapán de la TV
como si necesitara de mi influyente amiguete
como si tuviera que hablar bien
--y en el fuero interno pensando muy mal--
de aquel profesor sin escrúpulos.
Amé
tanto la poesía
me salvó tanto la poesía
que nada más echo un poco luz
sobre mi gozoso testimonio.
No otra cosa me mueve
no otra cosa ha sucedido
no otra cosa oculta
ni desoculta
mi corazón agradecido.
me salvó tanto la poesía
que nada más echo un poco luz
sobre mi gozoso testimonio.
No otra cosa me mueve
no otra cosa ha sucedido
no otra cosa oculta
ni desoculta
mi corazón agradecido.
Lima, lun-a de setiembre, 2015.