No soy un boy scout de la crítica. Tengo malos pensamientos y turbios deseos. No
sé leer como si en los poemas hubiera malos y buenos; dignos e
indignos; gente que merecería ser escuchada y otra impresentable. Por
lo general, pillo al que se camufla entre las palabras; lo hallo en
paños menores desolado o masturbándose las más de las veces. En la literatura no hay inocentes. Mayores o menores hijos de puta, nada más. Arribistas y cortesanos. Tontos ocupados a montón. Holistas por recóndito acomodo. Uno, cualquiera, consciente o no, escribe sobre esta base miserable; humana y deleznable. Hasta
que a veces aparece la poesía, directamente y en apariencia por un
capricho, y levanta esa harina seca; de los desechos improvisa un
manjar. Así que lo que debería
ser historiable es la presencia de la poesía entre nosotros; bola de
escépticos, secularizados y violentos/ tas. Lo que debería ser estudiado de un modo en que nuestros profesores no nos han enseñado y tendremos como que empezar de nuevo. Letrada o no, estudiar la literatura y la poesía desde su acontecimiento.
(Continuará)